constituyó un rotundo éxito
Los actuantes se repartieron catorce orejas y dos rabos
El Festival Taurino Picado, que desde hace catorce años se celebra en el coso de la Condomina, en Murcia, para la Asociación de la Lucha contra el Cáncer, constituyó, de nuevo, un éxito. Y lo fue tanto en el terreno artístico, con la consecución por los actuantes de un total de catorce orejas y dos rabos, como en el económico, ya que la plaza se llenó por completo.
El cartel era atractivo; la causa, también. Por eso, ni las inclemencias del tiempo, con un cielo encapotado que amenazó lluvia durante toda la tarde, pudieron con un festejo que se ha convertido en un clásico todos los años.
Directivos de la Asociación Provincial de Lucha contra el Cáncer, con el siempre activo presidente a la cabeza, el doctor Agustín Navarrete, hicieron entrega de un recuerdo a los participantes. En esta ocasión, el detalle consistió en unos gemeles que llevaban grabados los nombres de cada uno de los intervinientes.
En primer lugar actuó el jinete Pedro Hernández “El Cartagenero”, que abrió el marcador con las dos orejas que fueron a su haber. Lidió un astado de Flores Tassara, una res con mucho volumen ante la que el rejoneador estuvo muy voluntarioso y lucido, especialmente con las banderillas al quiebro que prendió a lomos de “Manolete”. Con “Yanqui” colocó dos cortas y una rosa al violín que cayó algo delanterilla.
El rejón de muerte que propinó al de Tassara sobre “Infante” fue suficiente para enviar a su oponente al desolladero.
Los máximos trofeos cortó Manuel Díaz “El Cordobés” a un toro de Buenavista –como todo el encierro-- que dio buen juego y que resultó bravo y noble. El torero lidió pensando en la galería, en una actuación bulliciosa y nada ortodoxa en ocasiones, pero que ya forma parte de su personalidad. Por eso, hacia el final de la misma, no se olvidó de los saltos de la rana, que tanto le caracterizan.
La presidencia lo premió con las dos orejas y el rabo, y al toro, con la vuelta al anillo.
ESPADAS MURCIANOS
La lista de los toreros de la tierra la encabezaba Pepín Liria, que cortó también los máximos trofeos tras una faena en la que derrochó entusiasmo, ganas de agradar a la concurrencia y mucha entrega. Su saludo capotero lo ofreció con una larga y dos faroles de rodillas, para seguir luego con verónicas y revolera a revientacalderas.
También de rodillas inició su labor de muleta, que transcurrió casi por entero sobre la mano diestra, ya que este pitón fue el que más le agradó. Tiró bien del toro, y éste se le rindió.
Rafael Rubio “Rafaelillo” se alzó con dos apéndices. También estuvo con mucha entrega y con mucho valor, ante un toro que no fue fácil, especialmetne por el pitón derecho, y ante el que todo lo tuvo que hacer el diestro. Rafaelillo dilató un poco la faena, y el toro se puso dificil para el momento de la suerte suprema, necesitando de dos pinchazos antes de dejar la estocada definitiva.
Alfonso Romero, que acaba de ser proclamado triunfador de la pasada temporada por la Peña Taurina Yeclana, cortó también dos orejas. Tuvo momentos de gran altura artística, haciendo siempre las cosas bien, en una labor templada, aprovechando un toro que resultó manejable.
UN SEVILLANO Y UN GRANADINO
Cuando ya era de noche, salió por toriles el sexto de la tarde, de cuya lidia se encargó Manuel Jesús “El Cid”, en una faena de mucho mérito, en la que bordó el toreo y en la que actuó como si estuviera lidiando de salón en el patio de su casa de Salteras. Sus verónicas bajando las manos y la lentitud que imprimió a las mismas fueron auténticos carteles de toros. Y si el toreo de capote había tenido entidad y enjundia, aún faltaba por llegar algo todavía mejor: su labor con la muleta.
Fue una faena muy compacta en la que un torero inspirado causó admiración en los tendidos. Sus muletazos fueron impresionantes, y sus naturales no se quedaron atrás.
Cuando ya era de noche, salió por toriles el sexto de la tarde, de cuya lidia se encargó Manuel Jesús “El Cid”, en una faena de mucho mérito, en la que bordó el toreo y en la que actuó como si estuviera lidiando de salón en el patio de su casa de Salteras. Sus verónicas bajando las manos y la lentitud que imprimió a las mismas fueron auténticos carteles de toros. Y si el toreo de capote había tenido entidad y enjundia, aún faltaba por llegar algo todavía mejor: su labor con la muleta.
Fue una faena muy compacta en la que un torero inspirado causó admiración en los tendidos. Sus muletazos fueron impresionantes, y sus naturales no se quedaron atrás.
Cerraba cartel el granadino David Fandila “El Fandi”. El astado que le correspondió se inutilizó al poco de saltar al ruedo, y tuvo que se devuelto a los corrales y sustituido por otro del mismo hierro de Buenavista, que resultó flojo y deslucido.
El Fandi no pudo cuajar faena, al no tener oponente, pero sí se lució en banderillas, como viene siendo habitual en él. Y para que el festejo tuviera también otro detalle, David Fandila ordenó al picador que se bajara del caballo y fue el propio torero el que recetó una vara, en su sitio, por cierto, a su oponente.
El Fandi no pudo cuajar faena, al no tener oponente, pero sí se lució en banderillas, como viene siendo habitual en él. Y para que el festejo tuviera también otro detalle, David Fandila ordenó al picador que se bajara del caballo y fue el propio torero el que recetó una vara, en su sitio, por cierto, a su oponente.
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